Unos de los mayores problemas que inmoviliza la inteligencia
y dificulta al hombre relacionarse socialmente es la dictadura del prejuicio.
Las personas que viven bajo la dictadura del prejuicio no sólo pueden violar
los derechos de los demás, sino también pueden herir sus propias emociones, se
vuelven implacables y radicales contra sus propios errores. Están siempre castigándose y exigiéndose un
perfeccionismo inalcanzable.
¿Cómo manejaba Jesús la
dictadura del prejuicio? En su Palabra se evidencia que Él era una persona abierta y
misericordiosa, nadie era indigno de relacionarse con Él, por malo, o por
grande que fuera su pecado. Los fariseos
y escribas en la época de Jesús eran especialistas en la dictadura del
prejuicio. El mundo sólo era del tamaño
de su cultura. Eran rígidos, estrictos en su manera de pensar, vivían en una
cárcel intelectual y espiritual y nadie más que ellos tenían sus consciencias
sucias, porque eran hombres sin amor y sin misericordia. Por esa razón jamás podían aceptar a alguien
como Jesús que rompía con todos los
dogmas de la época que introducía una
nueva manera de ver y vivir la vida.
Analicemos detenidamente la mujer Samaritana, cuya moral era
considerada de la peor calidad, ella
estaba totalmente fuera de los patrones éticos de la sociedad. Había un legalismo radical. Era un mundo donde se señalaba el más mínimo
error o debilidad para ser juzgado,
aunque ellos estuvieran haciendo cosas peores, lo que yo llamaría hipocresía, o
viviendo una doble vida. Estos hombres
se escondían en su poder y en su falsa religiosidad.
La Biblia nos relata que esta mujer tuvo tantos maridos
(Cinco (5) y el que tenía ni siquiera era suyo, que deduzco que todos estos
hombres tenías sus propias esposas. Ella
tal vez había batido el record de su época. Era una persona insatisfecha. Desconocemos cómo haya sido su infancia o
adolescencia que la condujo a ese comportamiento, porque nunca nadie se le
acercó para preguntarle nada con respecto a su calidad de vida.
Hoy día vemos muchas
mujeres comenzar su carrera de prostitución por no haber sido valoradas ni
respetadas, buscando una figura paterna, porque en su niñez jamás tuvieron unos
padres que la amaron, o les demostraron afecto, o les dieron palabras de
afirmación, o tal vez vienen arrastrando una cadena generacional de
prostitución. No sabemos inclusive si tendría un padre que no la hubiese orientado o haya abusado de ella,
sumándole las dificultades económicas que la llevarían a esta condición.
Esta mujer Samaritana demuestra que tenía un vacio por su
necesidad constante de cambiar su
compañero social, era una evidencia clara de su dificultad en sentir seguridad
y placer. Pues nadie la satisfacía ni
emocionalmente, ni espiritualmente y mucho menos sexualmente. Las relaciones interpersonales que construía eran
frágiles y sin raíces, además de ser hombres que ya pertenecían a otras
mujeres. Sumémosle que tal vez ninguna
mujer por el prejuicio de su época querrían tenerla como amiga por su
reputación, o por temor a que le conquistaran a sus maridos.
En su soledad y dolor por la situación que constantemente
vivía, la hacía más inestable, más sola y con ganas de conquistar el corazón de
un hombre que la valorara y le diese un lugar especial que tanto anhelaba esta
mujer. Ella se sentía sola, rechazada, juzgada
y repudiada, que ni siquiera
podía sacar agua a las horas que las demás lo hacían. Esta Samaritana
necesitaba encontrar a alguien que le tendiera una mano ayuda, alguien en quien
confiar su dolor, soledad, y la condición de tristeza. Pero en esa época de dictadura y de prejuicio, nadie se atrevía
por temor a ser juzgado como ella.
Vemos claramente que sólo Jesús podía llenar ese vacío de
esta mujer si ella se lo permitiera a Él
entronarse en su corazón.
Un día algo sucedió,
ella sacaba agua de un pozo y apareció una persona que cambió la
historia de su vida. Jesús entabló un
dialogo con ella considerándola de manera especial como un ser humano digno del
mayor respeto.
Cuando apareció aquella mujer tenía plena conciencia de la
discriminación de los judíos y esperaba que Él siendo un judío puro ciertamente
la rechazara, pero para Él ella estaba por encima de todo, Jesús vio que era un
alma sedienta espiritualmente, ella estaba necesitando urgentemente de Él. Jesús no actúa como el hombre, porque si
hubiese pensado como el hombre hubiese dicho: ¡No me puedo acercar a ella porque me contamina mi espiritualidad y
santidad, las personas pensarán: dime con quién andas y te diré quién
eres, la sociedad me discriminará a mí
también! Pero mi Señor no obra
de esta manera, por el contrario Él dice: “Yo
no he venido por los sanos, sino por los enfermos, yo no vine para juzgar, vine
para salvar al que está perdido, a dar libertad a los cautivos y el que viene a
mi yo no le echo fuera”. Esta era la oportunidad de Jesús para llegarle a
su espíritu y alma, y esta actitud de Jesús la hizo salva y predicadora
de su palabra.
Difícilmente alguien fue tan acogedor como Él con las
personas consideradas tan indigna como ella. Esta mujer quedó asombrada y sorprendida de su
gentileza. El proceder de Jesús era
demasiado para una persona tan discriminada socialmente. Nunca antes alguien la había respetado,
acercado y le había prestado tanta atención y mucho menos se había preocupado
si era una persona feliz o no. O por qué había tenido ese comportamiento, o qué
razón la llevaba a conquistar el corazón de hombres ajenos. Quizás los hombres solteros no deseaban
acercarse a una mujer de su reputación para
hacerla su esposa ni sentir ninguna estimación por alguien de tan baja
condición.
Por el contrario todos las juzgaban por su proceder, pero
tampoco ninguno se preocupó, ni investigó lo que realmente sucedía en su
interior, buscar la raíz de su problema.
Si había sido maltratada, abusada o cuántas dificultades había tenido en
su caminar que la llevó a ese comportamiento tan triste.
Por eso, de repente ella soltó su balde de agua, se olvidó de
su sed física y corrió hacía su aldea, animada, alegre y con lo más
importante, con Jesús en su corazón.
Parecía que la soledad, la angustia, el aislamiento que la encarceló
generó una intensa sed, que fueron rotas con el toque del Maestro.
A ella no le importó asumir públicamente su historia. Todos aquellos que la despreciaron,
entendieron que algo había sucedido en su vida que la convirtió en una
portadora de la palabra de Dios, dándole animo a otros que tal vez estarían en
su misma condición.
Hoy en esta época no estamos lejos de vivir lo que esta mujer
vivió. Hay algunos que cuando ven una
prostituta o un homosexual los señalan, los discriminan y juzgan a priori su
conducta y los desechan y en vez de acercarse y verlos como Jesús los miraría,
extendiéndole su mano y dándoles la oportunidad de cambiar y ser transformados
por el poder de Dios, hacen todo lo contrario de lo que Jesús haría, huyen como
si tuvieran lepra, que proceder tan mezquino y doloroso, estoy segura que sus
condiciones son perores que aquellos de están atados espiritualmente.
Examine su corazón y si usted piensa así, déjeme decirle que
será juzgado por el Juez de Jueces que es Jesús. Porque Él nos enseño “Misericordia quiero y no sacrificios”,
el desea que usted de, lo que un día mi Jesús le dio: amor, misericordia y perdón.
En el pasaje de la mujer Samaritana, Jesús nos está mostrando
misericordia, el perdón y un amor incondicional que vence fronteras y barreras
de la discriminación. Nosotros no
estamos llamados a sentarnos en el Trono de Dios a juzgar o condenar, sino a
levantar, a no señalar, sino a vendar las heridas de los que están golpeados
por la vida, como lo hizo el buen Samaritano con el hombre que encontró casi
muerto. Recuerda con la misma vara que mides serás medido. Jesús está buscando personas que salgan de
esos paradigmas (Patrón de Conducta) tan mezquinos y tengas la mentalidad de
Jesús.
También puedo entender que todo aquel que tiene un encuentro
con Jesús pierde inmediatamente el miedo de asumir su historia y se vuelven
fuertes en reconocer sus fragilidades. En
este pasaje aparentemente Jesús no hizo ningún milagro sobrenatural
visible. Sin embargo tuvo gestos
profundos y sensibles para cambiar la
vida de una mujer que sólo recibía desprecio.
Quebró la dictadura del prejuicio, destruyó la discriminación y consideró
al ser humano especial aun a pesar de ser una persona con una reputación dudosa.
Algunos se sienten tan espirituales que no se creen dignos de
acercarse a alguien en la condición de esta mujer, es más voy mucho más lejos,
ni aún se aceran a los pobres porque consideran que se infectan y contaminan y huyen como si tuvieran una enfermedad
contagiosa. Aquí vemos la condición de muchos cristianos que espiritualmente
tienen una pobreza que hiere el corazón del Señor, pero de cada cosa que digas
o hagas tendrás que rendir cuentas a Dios.
Él nos llamará a juicio por lo que pudimos hacer o decir y no lo
hicimos. Por omisión también se peca.
Jesús reorganizó el proceso de construcción de las relaciones
entre sus discípulos, al ver ellos como fue su proceder con una persona como
esta Samaritana. Las relaciones
interpersonales dejaron de hacer teatro superficial para basarse en un clima de
amor, misericordia, bondad
en la solidaridad, en la ayuda mutua y sobre todo en el no juzgar o señalar a
nadie, no importando su condición. ¡Dios no hace acepción de personas!
Jesús sacudió el pensamiento mezquino de la sociedad y rompió
los parámetros sociales reinales en su época, y les demostró a esos fariseos
hipócritas que el amor todo lo supera. Jesús era consciente de la miseria humana y
la pobreza en la cual vivía el corazón del hombre y quiso aliviar y atacar las
causas de su proceder y llegar al fondo del problema. Necesitaba un cambio que se iniciara en el
Espíritu del hombre. Que no importara cuan sucio o cuanto pecado haya en el ser
humano, Él había muerto por cada uno
de ellos.
La cúpula de Israel, en la época de Jesús e inclusive en la
de hoy, ama más la apariencia y el status social que la búsqueda de la libertad
de todos los cautivos por el diablo. La
discriminación arrancó lágrimas,
cultivó la injusticia, distorsionó los derechos humanos,
pero para el Maestro, ninguno es digno o descalificado por cualquier condición
o situación, Él estaba al control de esto, que hacía que los moralistas de su
época se impresionaran ante sus palabras.
Las prostitutas eran apedreadas en esa época por eso cuando
la mujer que fue encontrada en el mismo acto del adulterio e iba a ser
apedreada, Jesús les dijo: “Quién esté libre de pecado, sea el
primero en lanzar la piedra” Y saben que sucedió, ninguno fue
capaz, todo huyeron, porque cada uno de ellos tenían sus propios pecados
ocultos, o tal vez cualquiera de ellos
se hubiese acostado con esta mujer, y no se sentían con la autoridad moral de apedrearla. Nunca alguien incluyó tanto a las personas
excluidas.
La palabra misericordia significa benevolencia, compasión y
gracia. Jesús nos dio un mandamiento nuevo en Juan 13: 34 “Un mandamiento nuevo os doy: Que
os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a
otro. ¡En esto conocerán todos que sois
mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros!” Si ese amor no está en usted, usted no es su
discípulo, porque esto es lo que identifica a un seguidor de Jesús, y antes de
juzgar o señalar a alguien piense como quisieran que usted fuera tratado frente
a su debilidad, porque primero tenemos que mirar hacia adentro y ver las
debilidades y flaquezas nuestras para levantarnos contra un hermano o una persona con ataduras. Recuerde el pasaje de Isaías 61: 1 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de cárcel”
El Padre no lo ungió para rechazar, señalar, discriminar lo hizo para que lo
acogiera, lo levantara y le abriera las puertas de la prisión en que ellos
están, porque muchos de ellos sufren, se sienten abatidos cuando son
discriminados por esta sociedad tan inclemente e inmisericorde.
Usted haga la obra para cual fue llamado: Levante, ordene
que los cautivos puedan ser libres de las cadenas que Satanás ha puesto
sobre sus vidas. Y verá florecer su vida, será levantada como la
palmera, porque el brazo de Jehová hará esto. ¡Aleluya!
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