10. JESÚS NO HIZO ACEPCIÓN DE PERSONAS


Unos de los mayores problemas que inmoviliza la inteligencia y dificulta al hombre relacionarse socialmente es la dictadura del prejuicio. Las personas que viven bajo la dictadura del prejuicio no sólo pueden violar los derechos de los demás, sino también pueden herir sus propias emociones, se vuelven implacables y radicales contra sus propios errores.  Están siempre castigándose y exigiéndose un perfeccionismo inalcanzable.

¿Cómo manejaba Jesús la dictadura del prejuicio? En su Palabra se evidencia que Él era una persona abierta y misericordiosa, nadie era indigno de relacionarse con Él, por malo, o por grande que fuera su pecado.  Los fariseos y escribas en la época de Jesús eran especialistas en la dictadura del prejuicio.  El mundo sólo era del tamaño de su cultura. Eran rígidos, estrictos en su manera de pensar, vivían en una cárcel intelectual y espiritual y nadie más que ellos tenían sus consciencias sucias, porque eran hombres sin amor y sin misericordia.  Por esa razón jamás podían aceptar a alguien como  Jesús que rompía con todos los dogmas  de la época que introducía una nueva manera de ver y vivir la vida.

Analicemos detenidamente la mujer Samaritana, cuya moral era considerada  de la peor calidad, ella estaba totalmente fuera de los patrones éticos de la sociedad.  Había un legalismo radical.  Era un mundo donde se señalaba el más mínimo error o debilidad para ser  juzgado, aunque ellos estuvieran haciendo cosas peores, lo que yo llamaría hipocresía, o viviendo una doble vida.  Estos hombres se escondían en su poder y en su falsa religiosidad.

La Biblia nos relata que esta mujer tuvo tantos maridos (Cinco (5) y el que tenía ni siquiera era suyo, que deduzco que todos estos hombres tenías sus propias esposas.  Ella tal vez había batido el record de su época. Era una persona insatisfecha.  Desconocemos cómo haya sido su infancia o adolescencia que la condujo a ese comportamiento, porque nunca nadie se le acercó para preguntarle nada con respecto a su calidad de vida.

Hoy  día vemos muchas mujeres comenzar su carrera de prostitución por no haber sido valoradas ni respetadas, buscando una figura paterna, porque en su niñez jamás tuvieron unos padres que la amaron, o les demostraron afecto, o les dieron palabras de afirmación, o tal vez vienen arrastrando una cadena generacional de prostitución. No sabemos inclusive si tendría un padre que no la  hubiese orientado o haya abusado de ella, sumándole las dificultades económicas que la llevarían a esta condición.

Esta mujer Samaritana demuestra que tenía un vacio por su necesidad constante  de cambiar su compañero social, era una evidencia clara de su dificultad en sentir seguridad y placer.  Pues nadie la satisfacía ni emocionalmente, ni espiritualmente y mucho menos sexualmente.  Las relaciones interpersonales que construía eran frágiles y sin raíces, además de ser hombres que ya pertenecían a otras mujeres.  Sumémosle que tal vez ninguna mujer por el prejuicio de su época querrían tenerla como amiga por su reputación, o por temor a que le conquistaran a sus maridos. 

En su soledad y dolor por la situación que constantemente vivía, la hacía más inestable, más sola y con ganas de conquistar el corazón de un hombre que la valorara y le diese un lugar especial que tanto anhelaba esta mujer.  Ella se sentía sola, rechazada, juzgada y repudiada, que ni siquiera podía sacar agua a las horas que las demás lo hacían. Esta Samaritana necesitaba encontrar a alguien que le tendiera una mano ayuda, alguien en quien confiar su dolor, soledad, y la condición de tristeza.  Pero en esa época de  dictadura y de prejuicio, nadie se atrevía por temor a ser juzgado como ella.
Vemos claramente que sólo Jesús podía llenar ese vacío de esta mujer si ella se lo permitiera  a Él entronarse en su corazón.

Un día algo sucedió,  ella sacaba agua de un pozo y apareció una persona que cambió la historia de su vida.  Jesús entabló un dialogo con ella considerándola de manera especial como un ser humano digno del mayor respeto.

Cuando apareció aquella mujer tenía plena conciencia de la discriminación de los judíos y esperaba que Él siendo un judío puro ciertamente la rechazara, pero para Él ella estaba por encima de todo, Jesús vio que era un alma sedienta espiritualmente, ella estaba necesitando urgentemente de Él.  Jesús no actúa como el hombre, porque si hubiese pensado como el hombre hubiese dicho: ¡No me puedo acercar a ella porque me contamina mi espiritualidad y santidad, las personas pensarán: dime con quién andas y te diré quién eres,  la sociedad me discriminará a mí también!  Pero mi Señor no obra de esta manera, por el contrario Él dice: “Yo no he venido por los sanos, sino por los enfermos, yo no vine para juzgar, vine para salvar al que está perdido, a dar libertad a los cautivos y el que viene a mi yo no le echo fuera”. Esta era la oportunidad de Jesús para llegarle a su espíritu y alma, y esta actitud de Jesús la hizo salva y predicadora de su palabra.

Difícilmente alguien fue tan acogedor como Él con las personas consideradas tan indigna como ella. Esta  mujer quedó asombrada y sorprendida de su gentileza.  El proceder de Jesús era demasiado para una persona tan discriminada socialmente.  Nunca antes alguien la había respetado, acercado y le había prestado tanta atención y mucho menos se había preocupado si era una persona feliz o no. O por qué había tenido ese comportamiento, o qué razón la llevaba a conquistar el corazón de hombres ajenos.  Quizás los hombres solteros no deseaban acercarse a una mujer de su reputación para  hacerla su esposa ni sentir ninguna estimación por alguien de tan baja condición.

Por el contrario todos las juzgaban por su proceder, pero tampoco ninguno se preocupó, ni investigó lo que realmente sucedía en su interior, buscar la raíz de su problema.  Si había sido maltratada, abusada o cuántas dificultades había tenido en su caminar que la llevó a ese comportamiento tan triste.

Por eso, de repente ella soltó su balde de agua, se olvidó de su sed física y corrió hacía su aldea, animada, alegre y con lo más importante, con Jesús en su corazón.  Parecía que la soledad, la angustia, el aislamiento que la encarceló generó una intensa sed, que fueron rotas con el toque del Maestro.

A ella no le importó asumir públicamente su historia.  Todos aquellos que la despreciaron, entendieron que algo había sucedido en su vida que la convirtió en una portadora de la palabra de Dios, dándole animo a otros que tal vez estarían en su misma condición.

Hoy en esta época no estamos lejos de vivir lo que esta mujer vivió.  Hay algunos que cuando ven una prostituta o un homosexual los señalan, los discriminan y juzgan a priori su conducta y los desechan y en vez de acercarse y verlos como Jesús los miraría, extendiéndole su mano y dándoles la oportunidad de cambiar y ser transformados por el poder de Dios, hacen todo lo contrario de lo que Jesús haría, huyen como si tuvieran lepra, que proceder tan mezquino y doloroso, estoy segura que sus condiciones son perores que aquellos de están atados espiritualmente.

Examine su corazón y si usted piensa así, déjeme decirle que será juzgado por el Juez de Jueces que es Jesús. Porque Él nos enseño “Misericordia quiero y no sacrificios”, el desea que usted de, lo que un día mi Jesús le dio: amor, misericordia  y perdón.

En el pasaje de la mujer Samaritana, Jesús nos está mostrando misericordia, el perdón y un amor incondicional que vence fronteras y barreras de la discriminación.  Nosotros no estamos llamados a sentarnos en el Trono de Dios a juzgar o condenar, sino a levantar, a no señalar, sino a vendar las heridas de los que están golpeados por la vida, como lo hizo el buen Samaritano con el hombre que encontró casi muerto. Recuerda con la misma vara que mides serás medido.  Jesús está buscando personas que salgan de esos paradigmas (Patrón de Conducta) tan mezquinos y tengas la mentalidad de Jesús.

También puedo entender que todo aquel que tiene un encuentro con Jesús pierde inmediatamente el miedo de asumir su historia y se vuelven fuertes en reconocer sus fragilidades.  En este pasaje aparentemente Jesús no hizo ningún milagro sobrenatural visible.  Sin embargo tuvo gestos profundos  y sensibles para cambiar la vida de una mujer que sólo recibía desprecio.  Quebró la dictadura del prejuicio, destruyó la discriminación y consideró al ser humano especial aun a pesar de ser una persona con una  reputación dudosa.

Algunos se sienten tan espirituales que no se creen dignos de acercarse a alguien en la condición de esta mujer, es más voy mucho más lejos, ni aún se aceran a los pobres porque consideran que se infectan y contaminan  y huyen como si tuvieran una enfermedad contagiosa. Aquí vemos la condición de muchos cristianos que espiritualmente tienen una pobreza que hiere el corazón del Señor, pero de cada cosa que digas o hagas tendrás que rendir cuentas a Dios.  Él nos llamará a juicio por lo que pudimos hacer o decir y no lo hicimos.  Por omisión también se peca.

Jesús reorganizó el proceso de construcción de las relaciones entre sus discípulos, al ver ellos como fue su proceder con una persona como esta Samaritana.  Las relaciones interpersonales dejaron de hacer teatro superficial para basarse en un clima de amor, misericordia, bondad en la solidaridad, en la ayuda mutua y sobre todo en el no juzgar o señalar a nadie, no importando su condición. ¡Dios no hace acepción de personas
Jesús sacudió el pensamiento mezquino de la sociedad y rompió los parámetros sociales reinales en su época, y les demostró a esos fariseos hipócritas que el amor todo lo supera.  Jesús era consciente de la miseria humana y la pobreza en la cual vivía el corazón del hombre y quiso aliviar y atacar las causas de su proceder y llegar al fondo del problema.  Necesitaba un cambio que se iniciara en el Espíritu del hombre. Que no importara cuan sucio o cuanto pecado haya en el ser humano, Él había muerto por cada uno de ellos.

La cúpula de Israel, en la época de Jesús e inclusive en la de hoy, ama más la apariencia y el status social que la búsqueda de la libertad de todos los cautivos por el diablo.  La discriminación arrancó lágrimas, cultivó la injusticia, distorsionó los derechos humanos, pero para el Maestro, ninguno es digno o descalificado por cualquier condición o situación, Él estaba al control de esto, que hacía que los moralistas de su época se impresionaran ante sus palabras.

Las prostitutas eran apedreadas en esa época por eso cuando la mujer que fue encontrada en el mismo acto del adulterio e iba a ser apedreada, Jesús les dijo: Quién esté libre de pecado, sea el primero en lanzar la piedra Y saben que sucedió, ninguno fue capaz, todo huyeron, porque cada uno de ellos tenían sus propios pecados ocultos, o tal vez cualquiera  de ellos se hubiese acostado con esta mujer, y no se sentían con la autoridad moral de apedrearla.  Nunca alguien incluyó tanto a las personas excluidas.

La palabra misericordia significa benevolencia, compasión y gracia. Jesús nos dio un mandamiento nuevo en Juan 13: 34 “Un mandamiento nuevo os doy: Que  os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otro. ¡En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros!”  Si ese amor no está en usted, usted no es su discípulo, porque esto es lo que identifica a un seguidor de Jesús, y antes de juzgar o señalar a alguien piense como quisieran que usted fuera tratado frente a su debilidad, porque primero tenemos que mirar hacia adentro y ver las debilidades y flaquezas nuestras para levantarnos contra  un hermano o una persona con ataduras.  Recuerde el pasaje de Isaías 61: 1 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de cárcel” El Padre no lo ungió para rechazar, señalar, discriminar lo hizo para que lo acogiera, lo levantara y le abriera las puertas de la prisión en que ellos están, porque muchos de ellos sufren, se sienten abatidos cuando son discriminados por esta sociedad tan inclemente e inmisericorde.

Usted haga la obra para cual fue llamado: Levante,  ordene que los cautivos puedan ser libres de las cadenas que Satanás ha puesto sobre sus vidas.  Y verá  florecer su vida, será levantada como la palmera, porque el brazo de Jehová hará esto.       ¡Aleluya!

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